María Ana Walburga Ignatia fue una notable música austríaca del siglo XVIII, concertista de clave, capaz de tocar cualquier pieza a los 7 años de edad. Tal prodigio no ha tenido la relevancia histórica que merece porque los corsés de la época iban más allá de la prenda de vestir y oprimían no solo los talles femeninos sino también sus mentes y sus expectativas vitales.
Se apellidaba Mozart y era la amada hermana mayor de Wofgang Amadeus, quien en su abundante correspondencia la animó siempre a desarrollar su extraordinario talento musical y a desobedecer a su autoritario padre, que solo deseaba casarla con un hombre de posibles. Resulta que Amadeo no solo fue un músico excepcional, del que se conservan partituras originales sin un solo tachón o enmienda en ellas, sino también un feminista convencido. O quizá solo fue un rebelde, que con tal de oponerse a su progenitor se hubiera hecho adorador del diablo.
En todo caso, convendrán conmigo, señoras, que con semejante esplendor al lado es difícil brillar. Las estrellas están ahí cuando el sol preside el cielo, solo cuando la oscuridad se establece nos es permitido admirar su incuestionable belleza.
Así que de brillos va la tendencia: La lentejuela, esa gran desconocida.

Conviene, antes de nada, hacer un pequeño apunte: no se trata de valorar el brilli-brilli que nos abduce en esta época del año y su aplicación en cenas, festejos y saraos, sino la afirmación por parte de las influencers de más predicamento en el universo de la moda de que la lentejuela es perfectamente compatible con el street style más diurno. Mucha afirmación es esa…

¿ Es posible acudir a nuestro puesto laboral sin parecer una burbuja del anuncio de Freixenet o una MataHari de mercadillo , por mucha cazadora de cuero que le pongamos para rebajar el tono?

Lentejuela y rojo, no. Ni en un buen día. A no ser que se llamen ustedes Jessica y su marido sea un conejo estrella de los dibujos animados que atiende por el nombre de Roger Rabbit. Entonces sí.

La lentejuela es, por definición, brillo y exceso. Es su espíritu festivo de bola de discoteca que, por muchas veces que se fotografíe en Instagram, se desvirtúa acompañado por prendas que se pondrían ustedes para ir a recoger un paquete a Correos.
Lentejuela viene de lenteja y esta nutritiva legumbre, en su versión guisada y acompañada de chorizo, engorda. Saquen ustedes conclusiones.

La lentejuela y el brilli brilli, tienen un puntito de vulgaridad muy fácil de sobrepasar; en caso de duda, negro siempre.

Veredicto: no, brillen en el día a día, señoras, por su animada conversación , su chispeante desparpajo o su deslumbrante ingenio. La lentejuela, al igual que un cielo estrellado, necesita de la complicidad de la oscuridad para brillar en su mayor gloria.

Pero si notan el impulso de urraca en su interior que les lleva a querer lucir brillo mañana, tarde y noche, no se resistan: muy documentados estudios han demostrado que estos pájaros son más listos que los delfines. Pues por algo será.
¡ Feliz semana !