Hace muchos años tuve yo un novio guiri que, llegado el momento de volver a su país , comprobó, con pesar, que había subido dos tallas de pantalón, “Es que en España lo arregláis todo comiendo….” me dijo el angelico , a modo de despedida en el aeropuerto. No hemos vuelto a tener contacto, y no sé si, alejado de la perniciosa influencia de las tapas españolas sobre el perímetro abdominal, a día de hoy se mantendrá esbelto y en ( buena ) forma. Ahora bien, espero que con el recuerdo de los pinchos de jeta y de tortilla que alegremente nos metimos entre pecho y espalda aquel verano, una lágrima de nostalgia aparezca en sus ojos.
En fin , que nos quiten lo bailado ( y lo comido también ).
Pero convengan conmigo, señoras, que pocas tragedias hay como la de intentar embutirse el pantalón que nos ceñía con grácil encanto hace un año y ahora nos produce gangrena a partir de la cintura. Tengo una amiga que prefiere que la llamen zorra a que le digan que ha engordado. Y aunque no soy nada partidaria de ser la Increíble Mujer Creciente ( un kilillo más cada año…), y créanme que pongo todos los medios a mi alcance para no serlo , hay que asumir nuestra talla, nuestra autentica , genuina y verdadera talla.
Porque seamos peras o manzanas ( o directamente sandías ) en nuestro closet no puede faltar…. ( redoble de tambores): ¡un pantalón negro!
La elección de un pantalón con buen corte y que siente bien no es una cuestión baladí. Igual que con el sexo, hay que probar y probar para ver cuál es el que nos hace sonreír…
Tengo tres pares que considero básicos: un vaquero encerado de Salsa, uno de corte clásico de Ralph Lauren al que deje pesquero para restarle seriedad y un palazzo que tapa los lunes cualquier exceso de fin de semana.



Y, por supuesto , con camisa blanca
.
Ojo, pantalones negros y no leggins que deberían venir con un espejo incorporado para valorar là derrière en su justa y cruel medida. Atención, spoiler, señoras : los leggins no le sientan bien a NADIE.
La gran Betty Halbreich, ( personal shopper de loa almacenes Bergdorf Goodman, cuando a esta profesión le faltaban todavía varios lustros para existir ) dijo “Disimula tus kilos o lúcelos, pero no hagas como si no estuvieran”. Amén, señoras. ¿ Que necesidad hay de marcar cada redondez con prendas apretadas, que realzan la lorza como si llevásemos sobre ella un luminoso digno de Times Square?
Ahora bien , aceptar no quiere decir resignarse, no hay secretos: todas sabemos lo que hay que hacer, menudo misterio, comer sano y hacer deporte. Mi amiga, la zorra, ( con perdón ) está entregada estos días a una puesta a punto consistente en dos semanas a base de huevos cocidos. Sumando un día con otro , casi llegará a los 50 que se zampó Paul Newman en la película que encabeza esta entrada, aunque él fue de una sola sentada. Visto lo visto, no creo que ella salga mejor parada…
Yo soy una talla y soy mucho más que una talla. Hasta la fecha, no hay estudios que demuestren que lucir una 38 nos convierte en una buena madre, ni en una amante inolvidable, ni nos hace contar mejores chistes, ni mejoramos jugando al Monopoly ni aumentan nuestro reflejos al aparcar.
La magia de la moda, a poco que nos esforcemos, nos envuelve sea cual sea nuestro perímetro; al fin y al cabo, quien vive con magia, no necesita trucos.
¡ Feliz semana !
Me ha encantado, mi talla es mía y si no me gusta, pues la cambio!!! Mi talla no me define!!!
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